25 de junio de 2014

Nos tapan los ojos, mi mundo desaparece y todo sentimiento de autosuficiencia y seguridad se va con el, paso a otra dimensión donde no vale distraerse. Empieza el juego. 
La actividad se trata de seguir las instrucciones de la profesora sin poder ver... Nos indican cual era nuestra posición inicial y de ahí en adelante tuvimos que hacer una ronda, girar para un lado y para otro, saltar en el lugar y de vez en cuando responder para que pared del gimnasio en el que nos encontrábamos creíamos que estábamos mirando. Después de la primer vuelta la respuesta me pareció fácil y salió con rapidez, a la segunda vuelta también conteste rápidamente pero resulta que mi pobre sentido de orientación me había jugado una mala pasada, convenida de estar mirando para un lugar miraba al opuesto, ya todo era mucho más raro. 
La sensación de estar completamente perdida, las ganas de ver, el sentimiento de ansiedad e inquietud estaban ahí y sin embargo hasta el momento siempre estuve tomada de las manos con un compañero de cada lado. Cuando nos hicieron soltarnos y se me alejaron apareció un completo vacío. 
Terminamos teniendo que correr a un ruido de palmas y una voz guía... sí correr... por suerte quedé para el final y lo hice de la mano con una compañera, aun así no fue nada fácil confiar lo suficiente para tomar velocidad.
Cuando volvimos a nuestro mundo nos sentamos a charlar de lo que nos había pasado durante el ejercicio y entre variadas conclusiones la frase final fue... es como la vida.
Nos sentimos auto suficientes, muchas veces súperpoderosos y nos dimos cuenta lo vulnerables que somos al perder tan solo uno de los sentidos. También, de la misma forma en que daba tranquilidad estar junto a otras personas necesitamos esa seguridad de estar de la mano con otros, la compañía de quienes más queremos y nos quieren para transitar cualquier camino.

1 de junio de 2014

Jugando con los más chiquitos de las familias, volviendo a tener 2 años, corriéndolos, subiendo y bajando una y otra vez al tobogán, averiguando el porqué de sus enojos repentinos y volviendo a ser amigos a los pocos segundos, manejándonos con palabras claves y dedos que señalan, exclamaciones y sonrisas. Viendo divertida como su mayor problema es tratar de trepar el tobogán por el lado de la rampa en vez de la escalera y evitar a sus madres que a toda costa buscan meterles pedazos de comida en la boca.
Observando la simpleza e inocencia y aprendiendo de ellos, absorbiendo la alegría que les causan las cosas más pequeñas. Disfrutando de esos abrazos repentinos y desesperados que buscan seguridad y protección cuando se acerca alguien desconocido o algún perro que quiere "atacarlos" para jugar. Riendo con ellos en cada nuevo gesto que logran.
Momentos que llenan el alma de ternura, inocencia, alegría y paz. Disfrutar desconectandome un rato de todo.
Y por esto a la pregunta ¿Te gustan los chicos? la respuesta sale sola y sin pensarla, y al gracias de las madres por "cuidarlos" tengo que devolver un gracias por compartirme la magia de sus hijos.