1 de agosto de 2016


Con el tiempo y el aumento de títulos en su lista de leídos fue creciendo, acompañada de la vida misma, de los hechos reales, pero también de esas historias que la transformaban por momentos en seres distintos, en ideales de aquellos escritores que admiraba o le generaban curiosidad. 

Le gustaba poder conocer o interpretar quien era y que quería decir el autor, casi tanto, como imaginarse personajes y descubrirlos lentamente.
Le encantaba tener a disposición todas sus cartas, no podían ocultarle nada, estaban desnudos ante su lectura y sin embargo sentía como la desnudaban. 
Cada vez que se identificaba con un rasgo particular, un gesto o actitud estaba expuesta y al mismo tiempo atraída intensamente por esa semejanza.
Incluso adoptó ciertos vicios, podría decirse, de la "profesión" y solía estudiar a las personas con las que se cruzaba, intentaba encontrar la descripción detrás de cada mirada, la puerta de acceso, los actos que dejaran en evidencia lo más profundo de su ser.

No todo libro llegaba a ella de la misma forma pero de aquellos que llegaban guardaba dentro la nostalgia que genera un recuerdo pasado, el aprendizaje consecuente a cualquier vivencia y un cariño extraño por esos personajes que descubrió y por los que se dejo descubrir. 


Convirtió la lectura en parte de su vida. Y su vida en una constante lectura.