29 de julio de 2016


Iba de regreso a casa, concentrada en la reflexión que tenían mientras caminaba. 

De repente,                 el ruido de pasos cortitos al trote y risa de niño llamaron su atención. 

Bajó la vista y cruzó una sonrisa pícara que se movía rápido seguida por una madre que miraba con dulzura y simpatía.

El pequeño frenó sin previo aviso y dando media vuelta  gritó: "Mamiiii, voy a subir por el puente*!".


La escena quedado atrás en seguida para ella que seguia su camino pero una extraña sensación mezcla de gracia y empatía la invadió.
Sus recuerdos cobraron vida y ese día, allá, todo fue juegos y niñez. 


*Puente: rampa de entrada a un edificio.
 
Había cierto magnetismo que crecía exponencialmente, alimentado por el conocerse, por la comodidad de ser libre de ser, de vivir protaginista en obra de guión propio. 

Sin embargo, manteniendose fiel al origen de su existencia, inevitable se hacía el planteo. 
¿Qué tan alto era el costo que traía la construcción de este mundo, su mundo? 

Y de este interrogante, puntapié a la desesperación, nacía una catarata de preguntas, tan difíciles de responder como ambiguas resultaban sus respuestas. 

Debate que fue centro de encuentros pasados, presentes /y futuros/, foco de charlas sin fin. 

Surgian entre tanto que intentar resolver, más intrigas. Algunas nuevas, otras recicladas, muchas recurrentes acosadoras y enemigas del sueño 
que quizás, solo quizás, algun día, lleguen a convertir en paz.

22 de julio de 2016


Y hablábamos de ese mismo nosequé imposible de explicar, entendiéndonos entre palabras cortadas al sentirlas erradas en bien comenzaban a salir de nuestra mente a la boca, tartamudeos, gestos y miradas.

Hablábamos de esa conexión casi instantánea, química especial, que surge con ciertas personas a los pocos segundos de conocerlas. O que, a veces, se demora pero algo despierta la complicidad y una vez que se instala, ya está, no se va.
Esa intriga profunda por descubrir de quien se trata, cierta ansiedad medio nerviosa y la inseguridad que genera el sentirse raro y no querer demostrarlo por temor a que el otro se incomode por no compartirlo.

Hablábamos de sentir que encontramos una de las figuritas difíciles del álbum, el rayito de sol que se escapa entre nubes en un día de frío, de ese suponer que podrían surgir del conocernos largas charlas interesantes o simplemente momentos constructivos, y la admiración que aparece a lo que el otro puede ser/dar. 
Como tomar un libro entre muchos, sin demasiadas expectativas, y que la parte de atrás te genere terribles ganas de leerlo, como si fuera la promesa de que será especial.

Hablábamos de que nos acostumbramos a buscar entre tantos a esas personas especiales, de cuanto valoramos esa brisa de verano que sentimos al encontrarlas. 
De lo difícil que es enfrentarse a un mundo tan lleno de gente pretendiendo ser normal mientras mata su muchosidad, o que, simplemente, es "normal".