Llega diciembre y me encuentro invadida por la nostalgia del año que se va y al que le quedan poco
menos de 30 días, empiezo con los balances y planteos, los recuerdos de
pequeñas situaciones y las sensaciones, con toda sus fuerzas, que me generan al
recordar.
Vienen a mi mente los miedos del
diciembre pasado y ante los que hoy sonrío con cierta vergüenza.
Se me llena la memoria de
nombres, miradas, pequeños comentarios al pasar y largas charlas.
Siento, cada diciembre, que se
hace formal el hecho de que lo vivido, vivido está, el tiempo no vuelve atrás y
solo resta vivir el hoy y esperar lo que vendrá.
A eso, creo yo, se debe mi
nostalgia, al saber que lo único que me queda del año que se termina son las
enseñanzas, los recuerdos y esos destellos de sentir al recordar.