6 de abril de 2017


Estaban en el fondo, entre pastos y mosquitos, dos sillas inclinadas como para compartir el momento pero sin dejar de apreciar el lugar.

Hacía un rato que venían hablando un poco de todo. A pesar de la diferencia generacional e ideológica a ella le gusaba escucharlo y asentir ante sus posturas mientras por dentro sonreía y analizaba cada palabra.

Entre extraterrestres, religiones, programas de televisión y anécdotas de la novela que solían transmitir por la radio el siglo pasado, él enuncia con total firmeza:
"El mate no es algo que se pueda preparar a las apuradas, así no más, me tomo un mate y me voy.
El mate es pensamiento, amistad, amor, escudriñar cosas. El mate, es pensamiento, por que invita a eso, a la reflexión, la meditación. Yo me preparo el mate y me quedo acá de 3 a 5".
Entonces escucharon ruidos que anunciaban la llegada del resto de la familia y ansiosos abandonaron sus sillas en el pasto para ir en busca de tallarines caseros, charlas de a muchos y mates grupales.

El mate, los tallarines, ese café de reencuentro o despedída, la hora del té, una chocolatada en el jardín, unos tereré en el club, el asado entre amigos, la cerveza en el bar de la esquina. Puntos de encuentro. Uniones. Momentos compartidos. Excusas mágicas. 

Pero claro que el mate no es para preparar, tomar uno, e irte, 
pero qué desperdicio
dejar pasar tan gran oportunudad de encuentro, aunque sea, con uno mismo.


3 de marzo de 2017



 
A veces,
 presa en la vorágine de una vida que le encanta, 
llena de proyectos, cariños, actividades, pasiones y pensamientos,

se olvida de cuanto disfruta su compañía.

A veces le cuesta encontrarse.

Se busca dónde (en el fondo) sabe que no está. 
O, simplemente, no tiene el tiempo que necesita para lograr el encuentro.

Pero
cuando llega el momento, 
más si tuvo que esperarlo,

 recuerda la plenitud de estar con música de fondo, acompañada por el agua que cae y cae, observando un cielito de tormenta, oliendo el café que se enfría a su lado,
 tratando de plasmar la sensación inexplicable que llega al llegar a abrazarse en palabras que parecen no alcanzar nunca el poder de expresión que necesita.

Y todo vuelve a ser sencillo. 

Y esas tormentas que antes ocupaban lugar en su mente se van entre sonrisas solitarias, cuyo receptor y destinatario coinciden, sonrisas de paz y unión. 

Y en esa sencillez, los amores se potencian y los colores brillan más fuerte, las imagenes son más nítidas, los olores traen recuerdos, la música pone piel de gallina, y su mundo se convierte en una celebración de lo más lindo de la vida misma. 

Y, 
aunque sepa que el éxtasis dura poco, 
lo disfruta como si no fuera a volver (pero sabiendo que volverá).

Y se despide,
 hasta el próximo encuentro mágico.