27 de noviembre de 2014

Hoy saliendo de ese salón como alumna por última vez deje atrás quince años entre las paredes de un colegio que se convirtió en mi casa. 

Un colegio que me vio llegar de la mano de mis papás con a penas dos años y medio y una mezcla de miedo y ansiedad. 

Un colegio que me vio crecer poco a poco, aprendiendo cada día algo nuevo junto con los compañeros de siempre, los que se fueron sumando y los que se fueron antes. 

Jardín de tres, cuatro y preescolar... jugando, con llantos, caprichos, riendo y muchos descubrimientos.

Primaria. Al principio rodeada de gigantes, todos altos, leían y escribían rápido y en carpetas, mas de una seño por año y compañeros nuevos. 

Terminando sentía que ya había crecido y era grande hasta el primer día de la secundaria cuando volví a ser de los que tenían que esperar a que termine el recreo para comprar en el bar porque había una barrera de personas que median el doble que yo. Ni hablar de el encuentro con los profes que te hacían saber que no eras grande y no sabias nada.

Hoy diciéndole chau a esa secundaria que tanto me asustaba me siento mas chica que nunca. Desnuda. Con un montón de herramientas que no se usar y cosas que arreglar. Pero esta vez no es como las anteriores cuando por mas miedo que me de lo que empezara siempre todo dejaba de importar cuando miraba al rededor y estaban ellos, los de siempre, mis compañeros. 

Ahora soy yo la que elijo mi camino, decido quien y que quiero ser y me toca luchar por conseguirlo.

Hoy me doy cuenta que de ese colegio me llevo cada risa, pelea, llanto y abrazo, cada reto y enseñanza pero por sobre todo me llevo personas increíbles.