21 de octubre de 2019



Desde chiquita que me gusta infiltrarme familiarmente un poquito en cada grupo, sin nunca entender el límite entre los grupos de grandes y los de chicos. En eso sí que tuve suerte igual,
porque nunca nadie me marcó esa diferencia de forma determinante como para inhibir mis participaciones entrometidas.
El domingo, infiltrada en la preparación del fuego para el asado, las charlas se daban con total naturalidad entre mi viejo, mi abuelo y yo. Pasado el rato y naturalizada mi presencia mi abuelo comienza con un discurso firme sobre el rol de la mujer en la familia y el hogar, discurso que empieza con las quejas usuales aludiendo peleas diarias con mi abuela y deriva en una postura formada sobre que la mujer debía quedarse en la casa y respetar al hambre por ser "el hombre de la casa" y un par de conjeturas/conclusiones más sobre como hoy estaba todo perdido que se empezar a disolver en el aire al salir balbuceadas de su boca cada vez con menos ímpetu mientras torcía la cabeza lentamente y conectaba sus ojos con mi mirada, la cual se clavaba en sus gestos hacia ya un rato. Una mirada que intentaba ocultar la simpatía que le generaban esos conceptos retrógrados una vez ya, por suerte, extinguidos e intentaba mostrar un juicio sobre esas palabras pero sin peso de castigo, más bien de desaprobación y perdón ante su imprudencia.
Lanza un comentario del tipo "no te vas a ofender" y plantea un pequeño debate que empezó perdido por ambos y era más bien un juego inocente de negociaciones. 
El acto que me extraño y admiró de él lo suficiente como para dejar registro del momento fue que al final de nuestros planteos y desencuentros me abrazo muy fuerte, de costado, con un brazo acercando mi cuerpo al suyo y su cabeza a la mía y me dijo "vos hace TU vida que nada más es tuya, yo lo que te digo es lo que pienso y es de MI época."
El viejo terco y peleador en su ser más humilde fue capaz de transmitir tanto amor y aprobación como pocas había sentido, porque es mucho más significativo viniendo de alguien que piensa todo absolutamente contrario a tu actuar pero que tiene la capacidad de hacer un paréntesis para alentarte a ser feliz. Y así se pasó otro medio día de descubrimientos y conexiones especiales, con nuestros 70 años de diferencia etaria haciéndose poquitos cuando compartimos esas charlas que viajan entre pasado y futuro.