Desde chiquita que me gusta infiltrarme familiarmente un poquito en cada
grupo, sin nunca entender el límite entre los grupos de grandes y los de
chicos. En eso sí que tuve suerte igual,
porque nunca nadie me marcó esa
diferencia de forma determinante como para inhibir mis participaciones
entrometidas.
El domingo, infiltrada en la preparación del fuego para el asado, las
charlas se daban con total naturalidad entre mi viejo, mi abuelo y yo. Pasado
el rato y naturalizada mi presencia mi abuelo comienza con un discurso firme
sobre el rol de la mujer en la familia y el hogar, discurso que empieza con las
quejas usuales aludiendo peleas diarias con mi abuela y deriva en una postura
formada sobre que la mujer debía quedarse en la casa y respetar al hambre por
ser "el hombre de la casa" y un par de conjeturas/conclusiones más
sobre como hoy estaba todo perdido que se empezar a disolver en el aire al
salir balbuceadas de su boca cada vez con menos ímpetu mientras torcía la
cabeza lentamente y conectaba sus ojos con mi mirada, la cual se clavaba en sus
gestos hacia ya un rato. Una mirada que intentaba ocultar la simpatía que le
generaban esos conceptos retrógrados una vez ya, por suerte, extinguidos e
intentaba mostrar un juicio sobre esas palabras pero sin peso de castigo, más
bien de desaprobación y perdón ante su imprudencia.
Lanza un comentario del tipo "no te vas a ofender" y plantea un
pequeño debate que empezó perdido por ambos y era más bien un juego inocente de
negociaciones.
El acto que me extraño y admiró de él lo suficiente como para dejar registro
del momento fue que al final de nuestros planteos y desencuentros me abrazo muy
fuerte, de costado, con un brazo acercando mi cuerpo al suyo y su cabeza a la mía
y me dijo "vos hace TU vida que nada más es tuya, yo lo que te digo es lo
que pienso y es de MI época."
El viejo terco y peleador en su ser más humilde fue capaz de transmitir
tanto amor y aprobación como pocas había sentido, porque es mucho más
significativo viniendo de alguien que piensa todo absolutamente contrario a tu
actuar pero que tiene la capacidad de hacer un paréntesis para alentarte a ser
feliz. Y así se pasó otro medio día de descubrimientos y conexiones especiales,
con nuestros 70 años de diferencia etaria haciéndose poquitos cuando
compartimos esas charlas que viajan entre pasado y futuro.
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