Se acostumbró a disfrutar de esas situaciones excepcionales que tienden a ser frustrantes o frustadas.
A encontrar en el hecho de que las cosas no salgan como suponía que debían salir cierta mágia,
un toque especial.
Comenzó a admirar la fuerza propia de los hechos,
esa que tiraba hasta ganarle a voluntades necias que suelen creer poder salirse con la suya.
A vivir y sentir la frustración de esa voluntad
con todo el placer con el que abría un libro y preparaba un café cuando de repente se largaba a llover ese día de sol que ya tenía planes al aire libre.
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